Tempus Fugit
Recuerdo un reloj de pared en casa de mis padres que estaba coronado por esta frase: “tempus fugit” que quiere decir “el tiempo se escapa”.
Quiero hacer una reflexión sobre este tiempo de estar en casa que a todos nos toca vivir. He escuchado muchas más quejas y lamentos que comentarios positivos, pero yo, me uno a la minoría agradecida. Después de vivir en un activismo vertiginoso y de ir con prisa a todas partes, estos días (que parecen que se van a prolongar) me están sirviendo de terapéutico descanso. ¡Qué gozada!
Estas lamentables y dolorosas circunstancias de fuera –que me conmueven y preocupan-, me han recluido en la soledad de mi casa, como si de un retiro monacal se tratase. A pesar del imperativo de la reclusión es un tiempo que me ha llenado de libertad. Estoy aprendiendo a hacer las cosas a un ritmo natural, sin prisas, aprendiendo a convivir –y llevarme bien- con el tiempo.
Estoy explorando mi falta de paciencia, me estoy conociendo. Porque soy un apresurado y, sin embargo, Dios nos enseña a no inquietarnos y esperar, casi siempre. La verdad es que sólo Él me está consolando en los ratitos de oración y silencio. Yo no soy generoso con mi tiempo para con Dios. ¡Qué paciente ha sido el Señor conmigo¡
Esta aceleración de la que venimos todos, nos mete en un vivir vertiginoso a contra reloj, olvidándonos así del trabajo bien hecho. Este frenesí nos hace tomar decisiones precipitadas y nada meditadas, no sé, parecen como egoístas. Este tiempo regalado, nos pone en la realidad y vemos nuestros intereses con ojos nuevos. ¡Qué distinto es todo¡
El tiempo nos humilla porque siempre nos vence. Pero sin él, no seríamos lo que somos. Existimos porque estamos en el tiempo que Dios nos regaló. Este tiempo que mientras se puede contar en horas, es hogar. Me he pasado la vida escapando de la cárcel del tiempo y estas semanas me han deparado un descanso como nunca: creativo y fértil. Este tiempo de confinamiento en casa yo, no lo vivo como el tiempo de un reo que paga sentencia a pesar suyo, sino como un tiempo de humildad y mansedumbre.
Hoy mi corazón se inquieta por el futuro negro que presume esta crisis. Se aflige por los conocidos que se les ha cortado la trama de su tiempo y han dejado este mundo sin ser despedidos con un funeral. Me asusta el caos que leo detrás de las ruedas de prensa y los noticiarios, me asusta la ceguera y la torpeza de los responsables políticos y, sobre todo, su soberbia, aún no he escuchado un perdón por tanta equivocación. Sólo justificaciones y mucha manipulación. Apenas dedico unos minutos a todo eso, prefiero llenar mi corazón de contemplación y de paz. Me da igual lo que dicen esas agujas del reloj –que han sido unas tiranas en mis años- llevándome con prisa a cada obligación.
Somos un puñado de barro, tiempo y camino. Ahora me doy cuenta de que ese camino no es un “cronos”, sino un “kairós” (tiempo de gracia) para mirar contemplativamente a este Dios que te busca y aparece y se esconde cuando lo buscas. Sabroso tiempo sin horas para preparar clases, catequesis, leer, escribir, orar y disfrutar. En vez de luchar contra el tiempo, me dejo acompañar por él, con el silencio que hace nuevo cada día. El lugar de llenar el tiempo, él me vacía de todas las cargas inútiles que mis hombros soportaban y descanso.
Durante estas tres semanas he recibido noticias de cinco conocidos difuntos a los que no he podido acompañar en su funeral; y me ha llamado buscando consuelo, más de una persona aislada infectada con el Covid-19. Y me doy cuenta de que soy un privilegiado por tener un confortable hogar, por tener salud, por poder comer cada día y por poder hablar con todas las personas que quiero por teléfono.
Quiero proponer a todas las personas que lean esto y estén en casa tranquilamente, que hagamos una profunda oración de agradecimiento y que comuniquen positividad a todos sus seres queridos. Todo pasa, y esto también.
Casi sin darnos cuenta llega el domingo de Ramos, vamos a cambiar las palmas de los palmerales del Mediterráneo por las palmadas en los balcones a nuestros sanitarios valientes, que nos emocionan y ofrecen la imagen más bella de lo humano.
¡Qué pronto ha pasado otro año¡
Esta Semana Santa va a ser distinta a todas las vividas. Porque Dios no es ajeno a esta extraña situación que vivimos. Dios, que creo el mundo en seis días, está sobre este caos. En los dieciocho días que llevamos, hoy, encerrados, Él, podría haber creado tres mundos como este. Dios se sirve del tiempo para entregarnos la eternidad que no tiene tiempo. Pero se la entrega a quien, en este tiempo terreno, descubre su barro y aprende a poner sus pasos por ese camino que es la vida que te lleva a Él. Pero, sobre todo, me siento consolado en el silencio –donde puedo escuchar- al que desde el principio es Señor de las horas y los días que me dice: “No tengas miedo, Yo –que soy luz- estoy contigo también en este tiempo oscuro, ahora y siempre”