No hay mal que para bien no venga
Hace meses leía una hermosa historia de China que dice así:
“Un anciano labrador tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Los vecinos del labrador le dijeron que tenía mala suerte por perder su caballo, el anciano les respondió: ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Una semana después el caballo volvió trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces sus vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte y este les respondió: ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, se cayó y se rompió una perna. Todo el mundo consideró que esto era una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Unas semanas más tarde, el ejército entró en el pueblo y fueron reclutados forzosamente todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota lo dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
A primera vista lo que parece un contratiempo puede ser un bien futuro; y lo que parece bueno de forma inmediata puede ser más tarde dañino. En la Historia Sagrada tenemos multitud de personajes que después de padecer severos contratiempos pudieron ver la bondad y las maravillas de Dios en sus vidas. José, Moisés, David y muchos más. Y nosotros también tenemos acontecimientos graves, serios, tristes en nuestra vida. Esto nos puede quitar la alegría y meternos en el pozo oscuro –como a José-.
Pero la verdad es que Dios nos bendice más allá de lo que vemos, tiene otra perspectiva. Dios transforma lo que parece malo para un bien. Si Dios está en la ecuación de mi vida, merece la pena que nos abandonemos a la esperanza. Todo forma parte de un proyecto con un final de bendición. Incluso cuando estás hospitalizado(a), o recibiendo quimio, o inmerso(a) en un matrimonio difícil, etc. Es como atravesar el desierto que parece infinito para entrar en la tierra prometida, que siempre parece lejana.
Ten la certeza de que Dios tiene para ti un propósito superior, un propósito de amor enorme.
La sabiduría es dejar a Dios decidir lo que es «buena y mala suerte» para nosotros y bendecir siempre para que las cosas se conviertan en un bien.
Criaturas todas, bendecid al Señor.