reflexiones de un

CURA DE PUEBLO

Pandemia VS Pan-de-Vida

Después de publicar mi última reflexión – homilía sobre la samaritana y el coronavirus-, he recibido otra llamada de alguien que no conocía la página web de la Parroquia pidiéndome que diese una palabra sobre la situación actual. Y nada mejor que responderle con la continuidad de esta historia de la que hablaba hace unos días. Es decir, añadir la segunda parte que personalmente me emociona. En esta historia personal, podemos sacar muchas enseñanzas para cada uno de nosotros. 

Hablaba de una persona que no tenía miedo a la muerte, pero sí al encuentro con Dios, a causa de los errores de su vida pasada. Esta mujer no se sentía amada por Dios. Alguien le había robado la Buena Noticia, como el pájaro (diablo) se lleva la semilla en la parábola del sembrador. Esta persona no sabía que yo me inspiraría en la conversación que mantuvimos para escribir mi reflexión. La historia sigue así, ella con sus miedos de malquerida, fue el lunes al trabajo y por la tarde, le dicen la despiden y se queda sin trabajo, y de principio sin ayuda. Al perro flaco, todo son pulgas. Me contaba que ella se llenó de rabia y se fue a la soledad de su casa a llorar.

Al día siguiente, cuando se levantó por la mañana se puso a hacer un largo tiempo de oración personal. Y al terminar la oración, sintió la necesidad de entrar en esta página donde tú –querido lector- estás ahora, para ver si había escrito algo nuevo que la pudiese consolar. Ella me cuenta textualmente que, al leer la última homilía, se llenó de un “llanto de esperanza y agradecimiento”. Se dio cuenta de que no había valorado mucho su vida y se apropió del adjetivo de “maravillosa” como calificativo de su vida orientada ya al cielo.

Añade en un whatsapp: “ojalá muchas personas que sufren, pudieran sentir y experimental lo mismo que yo siento ahora: que Dios nos ama y eso es lo que de verdad importa. Me dan ganas de salir al balcón y gritarlo. Gracias”

Estamos en una extraña situación de pandemia, confinados en nuestras casas, lejos de la parroquia y de los hermanos en la fe. Pero ser cristiano no significa necesariamente estar todos juntos en un mismo lugar, sino tener el corazón todos puesto en Jesucristo que está por encima de esta situación.

Hay algo peor que este virus brutalmente contagioso, que a muchos llevará al hospital y a otros menos al cementerio. ¿Puede haber algo peor? Pues sí, sencillamente: el miedo. Esta es la vieja amenaza que a cada generación le ha llevado a esconderse de Dios, desde los tiempos de Adán y Eva. El pecado instigado por el mal, nos conduce a la pérdida del amor del Padre.

Antes de esta pandemia parecía que teníamos nuestra vida bajo control, con nuestra confortable vivienda asegurada y protegida por alarma, con los ahorros que guardaba el banco para una emergencia, con el coche con GPS incluido, con un sistema sanitario del que todos estamos orgullosos, etc. Pero este virus ha puesto en evidencia, que, en tu vida, no tienes nada controlado y que hay muchas cosas que pueden llevar tu vida al traste.
El miedo natural es bueno, cuando te hace ser prudente y alejarte del peligro. 

Pero hay un miedo malo, patológico infundido por la serpiente, desde el origen del hombre, que te llena de pánico y te lleva a esconderte de Dios. Esto hace que estés siempre en estado de alarma, como si un tigre imaginario estuviese agazapado esperando saltar sobre ti en cualquier momento y no deja tu corazón en paz. Vivimos con ansiedad. El verdadero terror está en nuestra mente y en nuestro corazón, provocado no solo por lo que vemos en la televisión a nivel mundial, sino por aquello que no vemos y que sospechamos pueda pasar. Anticipamos de alguna manera el peor panorama a nuestro horizonte de vida real. Nuestro cerebro no distingue entre lo que es real y aquello que imaginario. Se activan los mismos neurotransmisores entre la realidad y la fantasía. Es el mismo miedo el que sentimos por un peligro real que por un peligro imaginario.

La presencia de Jesucristo en nuestra vida no nos evita las tormentas o las pandemias que cada tiempo trae, pero si sabemos que en todo momento Él está con nosotros, también ahora y por tanto, no nos llevará al infierno, esta situación. A muchas buenas personas, el miedo les pone neblina en la visión para no ver a Dios. Y se preguntan ahora ¿Existe? ¿Está en esta situación que me hace sufrir?

El miedo es lo opuesto a la fe. Quien tiene fe no tiene miedo. Y por la misma, quien tiene miedo, si es que tiene fe, está muy debilitada. Jesús nos dejó dicho que no tengamos miedo a quien puede matar el cuerpo, sino a aquel que pueda llevar cuerpo y alma al infierno.

A mi amiga –la samaritana- se le empeoró la situación de vida, sin embargo, una simple palabra, le cambió la noche en día. Le llenó el corazón de amor y despejó los nubarrones amenazantes que sólo añadían tristeza y desesperanza sobre su situación. En otras palabras, recobró fuerzas al refugiarse en Jesús, el pan de vida. 

A todos los lectores, quiero decirles que no desperdiciemos estos días para entristecernos, sino para ser solidarios, llamar más a las personas que amamos, y orar por tantas personas que no ven ni escuchan lo que nuestros ojos pueden ver y nuestros oídos escuchar. Esto, también es un “kairós” un tiempo de gracia que viene en favor nuestro. Que, en vez de vivir llenos de ansiedad por la Pandemia, corramos al Pan-de-Vida y avivemos nuestra fe.

Mientras escribo esto, acaba de aparecer en televisión la esperanza de una vacuna en China, es como un suspiro de desahogo, en un futuro a plazo medio. Al mismo tiempo, en mi balcón acaba de posarse una mariposa blanca y eso me recuerda que, al principio del mundo, por encima del caos oscuro e informe, aleteaba el espíritu de Dios. Y así es también ahora, donde campa a sus anchas el dragón de la pandemia, sobre estas calles desiertas vuela una mariposa blanca que lleva la esperanza de Dios Padre a todos sus hijos.