Herodes y los Magos
El camino de los magos extranjeros
Los magos, son hombres no judíos en camino, extranjeros de nacimiento, religión y lengua. Ni en sueños podrían pertenecer al pueblo elegido. Son astrónomos de la zona del actual Irak o Irán, posiblemente practicaban el culto a Zaratustra. Van buscando una estrella y encuentran el Sol que es Cristo. Esa estrella del cielo, se apaga ante el Sol que nace en la tierra de Belén.
Ven una luz que los hace volver a la realidad de sus vidas cotidianas, pero por otros caminos, que son los caminos de la conversión y de la vida nueva que da el conocer a Jesús. Vinieron por las calzadas que les llevó al palacio de Herodes, pero no tiene retorno. Caminos nuevos para una vida nueva. No quieren regatear ni dar razón de su obrar con la serpiente que es Herodes.
Son hombres humildes, capaces de caer de rodillas ante el misterio que entienden es superior a ellos mismos y sus conocimientos del cielo estrellado.
Nosotros cuando conocemos a las personas, pronto vemos los defectos o manías que tienen, lo que les falta o lo que tienen de más. Sin darnos cuenta los juzgamos y les hacemos una etiqueta “infalible”. Estos personajes, lo primero que saben ver, es lo bueno, incluso aquello que se disimula con el velo de la humildad y sencillez, ven y valoran con una sabiduría que viene del cielo.
En nuestros Reyes Magos, encuentro el “don de Consejo”. Ese don que no consiste en dar buen consejo a quien te lo pide, sino en saber pedir opinión y enseñanza a quien sabe más que tú, en aquellas personas que se asoma la bondad de Dios. Si pedimos el parecer de nuestros amigos y similares, lo que vamos a escuchar es la confirmación de lo que queremos oír, y eso no nos lleva a la novedad de Jesús.
La memoria del otro Rey: Herodes.
Frente a la humilde sabiduría de los magos de oriente, aparece la soberbia de Herodes “El Grande”. Él se sabe imprescindible, único, importante. Y en nosotros también hay algo de herodiano cuando nos irrita que no cuenten con nuestra opinión, que no nos estimen como nos merecemos, que se olviden de la importancia y consideración que es justa.
Herodes tiene una memoria destructiva, no quiere rivales, solo puede quedar él, no hay más cabezas que puedan ser coronadas. Las palabras del nacimiento de ese “Rey – Mesías” alborotó el corazón y no se le va de la mente del gran Herodes.
Herodes no olvidó a ninguno de sus enemigos. Tras su muerte, fue pagado con la misma moneda por sus súbditos. La arqueología nos dice que el sarcófago de su cuerpo fue destruido y triturado por infinidad de golpes de piedras y hierros.
Me recuerda esta memoria a lo que me sucedió hace unos días. Fui a comer a un restaurante, que había conocido un año atrás. Cuando llegué el encargado me saludo y yo me sorprendí de que se acordarse de mí. El debió ver en mi cara la incredulidad de su buena memoria y me dijo exactamente la mesa donde estaba ubicado y los platos que comí. Al felicitarle por una memoria tan envidiable, él me indicó que podía ser una maldición. Si una memoria así se usa para lo malo, las cosas inútiles o para aumentar el rencor, heridas y fallos de las personas que nos rodean… “se sufre mucho” dijo.
La memoria de Dios es muy olvidadiza con nuestros pecados, con nuestra historia fallida. Prefiero que las personas se acuerden de olvidar muchas cosas que son inútiles y nada edificantes, tal y como lo hace Dios con nuestra vida oscura.
El camino de José y María
A José y María, todo les parece sorprendente y bueno: el parto y las afueras del portal; los pastores y los ángeles; Los magos y sus dones. Pero también van a ver como su vida puede dar un giro radical y con prisa van a salir a la tierra de Egipto, perseguidos por la muerte.
Allí durante cuatro años su hijo Jesús, aprenderá a andar, hablar, amar y respetar. En el destierro es donde se ponen los cimientos de la personalidad del Salvador.
¿Tu dónde estás? ¿Lamiéndote las heridas de la memoria o en camino a una vida nueva?